martes, 5 de febrero de 2008

EL MICTLAN, EL TLALOCAN, EL ILHUICATL-TONATIUH Y EL CHICHIHUALCUAUHCO


Eran cuatro los destinos de los muertos según la cosmogonía azteca:

Chichihualcuauhco

Tlalocan

Ilhuicatl-Tonatiuh

y Mictlan

el Chichihualcuauhco (lugar del árbol nodriza) donde iban los niños muertos durante su período de lactancia, eran allí alimentados por el árbol de la leche, en espera de turno para una reencarnación inmediata.

El Tlalocan (paraíso de Tláloc) que consistía en un paraíso de vegetación y de verdor constante, acudían a él los ahogados, tocados por un rayo o de hidropesía. En él residían el dios del agua y sus ayudantes, los tlaloques.

El Ilhuicatl-Tonatiuh (el cielo que es la morada del Sol), lugar exclusivo para los guerreros muertos en combate, las madres fallecidas en su primer parto, los sacrificados al Sol y los comerciantes muertos en viajes mercantiles.

Los guerreros acompañaban al Sol desde su nacimiento por el oriente hasta el mediodía. Al pasar cuatro años en el Tonatiuhichan regresaban a la tierra transformados en colibríes y mariposas, para extraer el polen de las flores del cielo y de la tierra.

En tanto que las mujeres lo acompañaban desde el mediodía hasta el atardecer. Al Cihuatlampa (Hacia el Rumbo de las Mujeres) o Cincalco (La Casa del Maíz), iban las mujeres muertas de parto. Este era el cielo del oeste. Miguel León-Portilla dice al respecto: "Y equiparándolas a los guerreros que aprisionan un hombre en combate, asignaban igual destino a las mujeres que morían de parto con un prisionero en su vientre". Se les conocía como las Cihuateteo. Se creía que aparecían por las noches en forma de fantasmas y era de mal agüero para las mujeres y los niños. Estos seres se les representaba llevando por cabeza una calavera y con manos y pies provistos de garras.


El Mictlán (lugar de los muertos), ubicado en lo más profundo de la tierra, era el noveno y último nivel del inframundo y se encontraba muy al norte, ahi iban los muertos comunes. Aquí residía una dualidad, Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl, Señor y Señora del mundo de los muertos, en claro equilibrio con la dualidad que presidía el Omeyocan o treceavo cielo: Ometecuhtli y Ometecíhuatl, Señor y Señora Dos.

La primera prueba era pasar por un caudaloso río. Por eso se enterraba con el difunto el cadáver de un perro Xoloitzcuintli , para que lo ayudara a cruzar el río. Posteriormente como leemos en su "Libro Tercero" de Sahagún el fraile cronista, se pasaba por dos cerros que chocan entre sí, el lugar de la culebra que guarda el camino, el lugar de la lagartija verde, ocho páramos,ocho collados, el lugar del viento frío de navajas, atravesar el río Chignahuapan y llegar, finalmente, al Mictlán. A los cuatro años de haber muerto se lograba el descanso definitivo.

Para ayudar a las almas se les colocaba una serie de amuletos, que les permitía soportar las diferentes pruebas mágicas. Por ejemplo, para el camino se le daba un jarro con agua, se quemaban los atavíos que habían usado el difunto durante su vida, para que no tuviera frío al cruzar por los sitios en donde hacía frío, y le ponían en la boca una cuenta de jade, para que le sirviera de corazón y quizá para dejarla en prenda en el séptimo infierno, donde las fieras devoraban los corazones de los hombres. Por último le daban ciertos objetos valiosos, para que los entregara a Mictlantecuhtli o a Mictecacíhuatl cuando llegara al fin de su jornada.

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